El rojo más puro’ y la historia de una violencia normalizada 

En cartelera alternativa se encuentra ‘El rojo más puro’, la película del productor Jorge Botero y la directora Yira Plaza O’Byrne quien documenta la historia de su padre, un líder sindical de 70 años que ha sobrevivido a amenazas, un atentado y al exterminio de su partido político.

La directora cartagenera Yira Plaza O’Byrne estrena en salas de cine del país El rojo más puro, una película en la que su padre, su familia y ella misma, son protagonistas. 

Yira creció sin preguntar el porqué del revolver debajo de la almohada en la cama de sus padres, de los papeles con amenazas constantes y los mil cerrojos en la puerta de su casa.  Para ella todo eso era normal, tanto que jamás se cuestionó al respecto, pues su progenitor nunca le había contado la historia completa sobre el exterminio de la Unión Patriótica, partido en el que militaba. 

Como estudiante de periodismo realizó algunos trabajos y publicaciones sobre este tema y sobre líderes de derechos humanos, pero fue hasta el 2014, mientras estudiaba el Máster en Cine Documental en la Universidad Pompeu Fabra en Barcelona, el mismo año en que Luis Plaza sufrió el atentado que pudo costarle la vida, que Yira supo que era el momento de enfrentarse a esta historia.

¿Qué la llevó a decidirse por hacer este documental con su familia como protagonista?

Al inicio yo solo quería contar la historia de la Unión Patriótica y la imposibilidad de mi papá de volver a San Onofre (Sucre), el pueblo donde él había liderado ese partido. Pero la vida misma se fue encargando de mostrarme que era imposible contar la historia de mi padre sin contar la mía propia y sin poner mi mirada sobre mi madre y mis hermanos. 

¿Cómo cree que es la respuesta de los colombianos frente al miedo?

Haciendo esta película y con la distancia que permitió el proceso creativo del cine, fue que me hice consciente de que en mi propia familia habíamos actuado como lo hace la gran mayoría de la sociedad colombiana: normalizamos la presencia de la violencia y la posibilidad de la muerte violenta al interior de nuestra propia casa. Y eso lo único de lo que habla es de que somos una sociedad que está realmente enferma.

¿Qué le dejó su militancia en la izquierda?

La militancia de izquierda me dio la posibilidad de soñar y compartir con otros un proyecto de sociedad, y tener algo en común por lo cual luchar. Algo que en nuestros días y para mi generación puede parecer como un sinsentido porque prevalece la preocupación por el éxito y la acumulación individual. Me permitió también conocer el origen de las injusticias sociales en nuestro país y la necesidad de transformar esa realidad. 

Para cambiar el mundo hay que pasar de la planeación a la acción… y en cierta forma usted lo hace con esta película ¿Qué busca con ella?

Creo que precisamente lo que me cansó de la militancia de izquierda fue la no-acción, el quedarse en un estado discursivo. El cine es todo lo contrario, es acción pura, es movimiento y transformación; basada obviamente en investigación y planeación. Haciendo El rojo más puro me transformé en primer lugar a mí misma, se transformó mi mirada y también se han transformado quienes han participado en ella. Espero que quien vea esta película logre ampliar su mirada sobre lo que humanamente somos como país y como sociedad. 

¿Cuáles son los grandes interrogantes que plantea en la película?

Varios y muy serios, entre ellos, ¿Por qué somos incapaces de tolerarnos en la diferencia? ¿Por qué seguimos permitiendo que en nuestra sociedad la vida tenga tan poco valor? Para mí, sembrar la duda, la inquietud sobre cómo permitimos en pequeñas acciones que se repita nuestra historia violenta o cómo desde las relaciones familiares somos violentos e intolerantes, eso ya es una ganancia.

¿Considera que el irrespeto por el ser humano es una cuestión de izquierda y derecha?

Aunque no creo que el irrespeto por la vida y por el ser humano tenga que ver con una cuestión de izquierda o derecha, sí creo que hay ciertos valores que se promueven desde ambas posturas y que difieren tangencialmente en la forma de asumir la vida y la vida en sociedad. Unas claramente promueven más la solidaridad y la preocupación por el otro, mientras que la otra promueve el individualismo y el ‘sálvese quien pueda’.

¿Cuáles eran los sueños de la generación de su padre y cuáles son los de su generación?

Creo que la generación de mi padre (aquellos que militaron en la izquierda y/o fueron parte de procesos comunitarios y sociales en la década del 70, 80 y 90), tenían la fuerte convicción de que podría haber al menos algo de justicia social en el país, y esto equivale a acceso a educación, salud, vivienda, trabajo de la mayoría, es decir, de las clases menos favorecidas. Si bien se enarbolaban banderas del socialismo, en mi lectura el sueño real de esa generación era poder lograr esto. 

En mi generación ubico aquellos que lo único que les preocupa es su propia tranquilidad y los bienes materiales que pueden comprar; tener un trabajo, un negocio y que nadie los moleste. A estos sencillamente no les importa el mundo, solo les importa su individuo. 

Y, por otro lado, están varios sectores poblacionales que tienen luchas concretas: la población LGTBIQ+, las que nos reconocemos como feministas, ambientalistas, entre otras, pero en el fondo siento que son luchas que parecen desarticuladas unas de otras cuando en realidad, se lucha por una misma cosa: una sociedad justa, incluyente y sostenible. Pero lo mismo de siempre, parece que cada quien jala para su lado (como si no fuera el mismo).

¿Qué expresó su padre cuando vio por primera vez el documental?

Realmente lo primero que hizo fue reclamarme por qué no había incluido el episodio de cuándo fue deportado de Panamá siendo estudiante o no haber narrado cuando estuvo en Cuba. Le tuve que explicar que en las películas hay que tomar decisiones y es mucho lo que se deja por fuera. Creo que todavía no está satisfecho con mi respuesta (risas).

¿Cómo ve la Colombia de la que nos cuenta en su documental vs. la Colombia de hoy?

Para mí, la Colombia que tenemos hoy es el resultado de la historia de intolerancia política, estigmatización y polarización que hemos vivido como sociedad históricamente. A pesar de que hoy tenemos un presidente de izquierda, y que se logró (por fin) culminar un proceso de paz, lo que hablaría aparentemente de una sociedad más democrática, para mí las estructuras de poder, sobre todo en el país real, en las regiones, siguen siendo igual de corruptas y sin intereses reales por el bienestar de la gente. 

Desde mi punto de vista, lo que hemos ganado hoy con el proceso de paz y con el nuevo gobierno es que el país conozca otras verdades, que las minorías al menos tengan lugar y voz en el gobierno y que se puedan dar a conocer otras narrativas de nuestra propia historia que antes eran criminalizadas y ocultadas. 

Kit de prensa

https://drive.google.com/drive/folders/1OtgStUuzfbVSpiX1i9HN8sAWXj2weEpD?usp=drive_link

Trailer 

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